Me sorprende la gran cantidad de coches y bicicletas (la mayoría ligadas con candado) aparcadas en el primer de los aparcamientos, del cual salen los circuitos pedestres (bicis y 4x4 no permitidos) hasta la zona de influencia del Gaesafjöll (882 m).
Aparco la bicicleta junto a un grupo de franceses que están almorzando, y con poco más de 45 minutos, me dispongo a seguir el circuito de pasarelas de madera. Es una zona frágil a nivel geológico, en la que la lava aún conserva ese tono negro que indica que la erupción del Gaesafjöll aún es reciente. Es de las zonas de la isla donde he estado donde más me percato de la voluptuosidad y grandeza de una erupción, ya que la lava aún dibuja miles de surcos y parece emanar de ella ese calor latente del subsuelo.
Debo tomar un bus en Reykjahlíd destino Akureyri, ya que no quiero repetir los más de 100 km que ya recorrí en parte en el 2007 y esta vez cuando me dirigí a Husavík desde Reykjahlíd. Marcho con prisas con la sensación de haberme dejado cosas en el tintero. Si algun día visitan la zona, les recomiendo pasar al menos un par de horas allí.
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