30.5.10

road n.1: Vík-Jökulsarlón-Djúpivogur


Vík es uno de los pueblos que más me gustan de Islandia. Por su situación, al fondo de un breve puerto de montaña, por su olor de mar impregnado de galeras perdidas, por la formación de islotes de basalto que se levantan en el flanco oeste de su extensa playa de arena negra. Dice la leyenda, que estas formaciones geológicas no son más que recreaciones de figuras de trolls captadas al amanecer. También allí, en una antigua sala de celebraciones grabaron Sigur Rôs algunas tomas acústicas de su imprescindible Hvarf/Heim (Emi, 2007).
Esa mañana me levanto con los ojos hinchados, y no es porque haya dormido mal, sino por el efecto del viento (aunque como ya indiqué aún no ha soplado con fuerza) y de un sol que brilla sin el filtro de la polución. A colación de este tema, no es mala idea llevar gafas de ciclista con protección en los laterales, tipo las que se usan en alta montaña, ya que cuando sopla con fuerza, Eolos entra por todo tipo de ranuras.
Hablando de viento, a pocos km de salir de Vík entro en una zona semidesierta rodeada por la nada -el Myrdalsandur-, de hecho el sufijo -sandur indica que nos adentramos en un desierto islandés, aunque en éste se vean líneas de agua. Allí empieza a soplar el viento con fuerza. Normalmente cuando circulamos cerca de glaciares o entre estos, el viento por leyes de la física, sopla con más fuerza. Ya que nos encontramos por una zona cercana al eje entre el Myrdalsjökull y el Vatnajökull (ambos glaciares), no es de estrañar que justo en esta zona el peor aliado de un ciclista tome protagonismo.

Consigo pedalear durante 77 km hasta la aldea de Kirkjubaejarklaustur, donde paso la noche. Allí me encuentro con bastante ambiente montañero, ya que es uno de los destinos de las numerosas rutas de trekking que salen de Landmannalaugar. A la mañana siguiente cojo un bus que me llevará a Skaftafell, donde se apean montañeros o cyclers que dedicarán unos cuantos días a recorrer este Parque nacional, a pie del glaciar Vatnajökull. Personalmente, la zona promete pero veo un camping muy repleto de tiendas, así como un albergue y otros servicios, y deduzco que puede ser interesante, pero no es el lugar más tranquilo de la isla. Sigo en bus conectado con el mini-disk (una opción idónea y ligera si no dispones de conexión periódica a un mac, como en el caso del iPod) escuchando a Sigur Rôs mientras disfruto del paisaje y de la proximidad intimidatoria del glaciar en alguno de los tramos.

Next stop: Panorama para matar (John Glen, 1985)
El bus, con el recorrí 127 km, me deja definitivamente en el lago de Jökulsarlón, una de las postales preferidas de cualquier turista. Un lago donde deshiela el glaciar Vatnajökull, el más grande de Islandia y de Europa en volumen, que no en área, con postales en las que se mezclan los espejos de agua gélida con casquetes de hielo flotante, que te hacen pensar por momentos que te encuentras surcando la Antártida. Allí se rodaron algunas escenas de persecución con motos náuticas en una de las películas más célebres del famoso Agente 007. Se trata de otro lugar muy visitado, por lo que si hace frío (como fue el caso) y prefieres reencontrarte con la naturaleza en soledad, la visita se reduce a los protocolarios 20 minutos.

A partir de allí y en dirección al este (Höfn-Hvalnes-Djúpivogur) el tiempo se para, desaparecen la mayoría de granjas que nos acompañaron los últimos días, y a partir de Höfn, un gran estuario que dejé de visitar a 5 km de la road n.1, tanto la carretera (pasando de la categoría 1 a la 3 indistintamente) como el relieve (más toboganes, más accidentado al tratarse de una costa donde empiezan a tomar protagonismo los fiordos) cambian, y comienzo a disfrutar en serio de la inhabitabilidad de la isla. Aquí el clima empieza a ser más severo (llueve más a menudo y los nubarrones frecuentean más), pero el gratificante ratio de 1 automóvil cada 10 minutos vale su peso en oro.
Entre que salí de Vík y llego a Djúpivogur (la aldea de pescadores más al este que logré visitar) han pasado 3 días, con 260 km en bici y 127 km en bus (no recuerdo bien lo que pagué, pero diría que eran unos 40 euros). En el camino dejo también de visitar Lónsöraefi, una zona de trekking de gran valor naturalista y geológico, pero la distancia (unos 20 km de la carretera, y el piso, camino de tierra sin garantías) hacen desistir el intento. Aviso para navegantes: buscando información sobre el lugar, encuentro que hay un servicio de bus desde la granja de Stafafell.
Por cierto, en los mapas encontrarás normalmente indicadas los nombres de las granjas principales, como si de un pueblo se tratará. Como la isla, y sobretodo a medida que viajas al este, cada vez está más deshabitada, dichas granjas son casi como un símbolo de calor humano entre un paisaje donde la naturaleza es lo único que persiste e importa.

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