Comentaba en el anterior post que alrededor de Myvatn había suficientes cosas a ver para pasar un par de días. Curiosamente a pies del lago se encuentra uno de los campings más concurridos de la isla, que en caso de disfrutar de buen tiempo, permite estar sentado con los pies en el agua y con la mirada perdida hacia las numerosas islas y penínsulas que dibuja el lago. También muy cerca de allí, hay un supermercado donde repostar las sufridas alforjas y la parada de autobús que te lleva a Akureyri.
A unos 4 km, dejando la road n.1 y adentrandote en una pista de substrato volcánico puedes visitar los lagos subterráneos de Dimmuborgir. Es una zona especialmente sensible, donde la tierra se resquebraja por todos sus flancos, y donde buena parte de los islandeses rememoran algún momento de su niñez cuando iban algún domingo de invierno o primavera (el agua está caliente, aunque según la época quema demasiado para un baño confortable) a darse un chapuzón acompañados de sus padres. Entre tinieblas. Para que se entienda mejor, es como adentrarse en una gruta en busca de estalactitas, pero encontrar en ésta un lago subterráneo (tipo los que aparecen en "Viaje al centro de la tierra", Henry Levin, 1959, pero con mayores dosis de realismo).
De vuelta a la carretera principal me dispongo a recorrer los cerca de 40 km hasta el camping de Fosshóll antes que anochezca. Me despido de las aguas del lago con la firme intención de una pedaleada ágil por la buena carretera que une Reykjahlíd con Akureyri (esta última es la ciudad más turística del norte).
No llegaré a Akureyri. Mis intenciones son diversas. El tramo que me quedaría para completar el anillo o road n. 1 entre Akureyri y la capital no promete mucho (quizá es el tramo menos "atractivo" a nivel visual de la ring road) por lo que decido que pasaré los siete últimos días que me quedan intentando cruzar la isla por el interior. Hay tres rutas que atraviesan el corazón de Islandia: de mayor a menor dificultad encontramos la comentada F88 que pasa por el volcán Askja (requiere suerte, grandes dosis de agua y material técnico; es la más arriesgada por sus tramos de extrema soledad y su clima que puede resultar hostil), la F26 (de la que tendréis detalles en el próximo post) y la 35 (ésta la crucé en el 2009, y aunque es la más fácil, tiene también su intríngulis). A mi me engancha la aventura, pero para vivir la aventura siempre se tiene de tener una pizca de locura (algunas lo llaman inconsciencia).
Precisamente donde acampo esa noche, en Fosshóll, donde llegué de noche tras realizar el duro puerto que supera el valle de Fljótsheidi, está a escasos 2 km del desvío de la 842 que conecta con la F26 y que te permite cruzar de norte a sur hasta las estribaciones de Landmannalaugar.
Una noche -por cierto- ensoñadora, acompañada en todo momento del rugir celestial y abrumador de la catarata Godafoss. Si pasas en coche por allí cerca no te la puedes perder.
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