7.11.10

El principio del fin

Cuántas veces he señalado en este blog que lo primordial en un viaje de estas características y en un lugar de estas características es ser lo más autónomo posible... Pues en casa de herrero cuchillo de palo.
Me levanto con vistas a cubrir lo que resta del desierto de Sprengisandur, unos 50 km, en un día y medio, a esa raquítica media de 8-10km/h. Me despierto animado, aunque sigue soplando el viento, pero el cielo no está tan encapotado como en los días anteriores. Son las seis de la mañana y hay suficiente luz (de hecho en esa época en Islandia oscurece realmente durante unas 4-5 horas, de media noche a 5 de la mañana aproximadamente). Desayuno con té, para entrar en calor. He notado ya del día anterior algunos ruidos extraños en la rueda trasera. Puede ser que incluso haya roto algún radio sin darme cuenta. Cruzo los dedos y empiezo a pedalear. A 13 km del punto de partida el cielo se me cae encima. La rueda trasera, que ha sufrido muchísimo por estas pistas medio enfangadas-medio arenosas, sucumbe. Tengo 2-3 radios rotos y la rueda pierde la geometría perfecta que tantas satisfacciones me había dado hasta la fecha.

No llevo recambio de radio, ni incluso la herramienta que sirve para tensarlos. Craso error que pagaré caro durante los 4 días que me quedan en la isla. Seguramente si hubiera llevado el peso repartido en alforjas delanteras y traseras, no hubiera llegado a este punto.
Al cabo de media hora pasa un 4x4 con una pareja de biológos holandeses que están haciendo un estudio sobre vegetación en la isla para la universidad, y con los que ya había coincidido en Nyidalur. Me recogen y me llevan hasta la gasolinera de Versalir donde tomamos un tè juntos a un precio prohibitivo. Ellos siguen el viaje y yo aprovecho de pasar la tarde allí para poder ir la mañana siguiente a Landmannalaugar, cuya belleza merecen un capítulo aparte.
Antes de llegar a la gasolinera me quedan en la retina grabada los colores plateados que adopta la carretera y el paisaje como telón de fondo tras la lluvia. Las abundantes formaciones geológicas de riolita en la zona explican el espectáculo visual.


Esa noche la paso a escasos 200 m de la gasolinera, cerca de unos tendidos eléctricos. Sin lugar a dudas, de los peores lugares donde he pernoctado en mis dos viajes a la isla. La gasolinera ofrece alojamiento tipo motel, al cual renuncio no sin ciertas dudas, ya que durante la tarde estuvo lloviendo un buen rato. De hecho mi intención era llegar a Langmannalaugar esa misma tarde vía auto-stop pero a esa hora pocos coches van en esa dirección, por lo que tuve de esperar hasta la mañana siguiente.
Sin lugar a dudas uno de los días más tristes del viaje, que a la larga, representó un día de descanso físico (sólo 13 km pedalados), aunque no mental.

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