Hace diez años publiqué en una revista musical (www.go-mag.com) un artículo llamado "El factor islandés". Hablaba de música, pero lo islandés es peculiar por naturaleza, por lo que se deja notar en la mayoría de facetas de su vida. Y eso no pasa desapercibido para el visitante.
Volver a estar en suelo islandés es sinónimo de júbilo contenido, es alimento para los ojos, y prenda irrenunciable para los sentidos. Respiro aire, aire islandés, de nuevo en un bello atardecer del 1 de agost del 2009. Esta vez las necesidades del guión imperan, y el haber llegado tarde me obliga a pernoctar en un camping pegado al aeropuerto en Keflavik (www.alex.is; Alex Gundmundsson, alex@alex.is). Allí me encuentro con un buen caldo de cultivo: ciclistas en grupo que pasan la última noche apurando sus vacaciones, o cyclers como yo, que justo llegan para iniciarlas. Allí me percato de la existencia de una estancia-almacén donde dejar los cartones de la bicicleta (obligada para el transporte en avión), y poderlos usar a la vuelta. Creo que la tarifa para dejarlos es de unos 12 euros, y después esperar que durante las semanas fuera, ningún otro ciclista espavilado te la coja (ya se sabe, la ocasión hace el ladrón).
Esta vez me he reservado 21 días, lo que parece un lujo, y lo que me plantea la posibilidad de tomarme algún día de descanso (aunque al final no fuera así). La ruta es bastante diferente a la del 2007. Esa entraría dentro de la categoría de clásica-para-iniciados, mientras que la de esta vez parece alejarse de los recovecos turísticos de la isla en busca de nuevas sensaciones y más soledad. Es la conquista con pedales de la península al norte-oeste, Vestfirdir, o los fiordos del oeste. Una península a la que recorren algunos islandeses escapistas durante sus propias vacaciones, para huir aún más del "natural" (no mundanal) ruido que impera en la isla durante la mayor parte del año. Y si para ellos ya es un remanso de paz, para un turista no deja ser uno de los parajes más deshabitados de Europa. A diferencia de las rutas que cruzan la isla por el centro, en los que el paisaje es hasta cierto punto salvaje por lo rematadamente solitario que pueda parecer, en los fiordos al oeste, el paisaje se asemeja a una Noruega de fiordos de cotas bajas y menos profundos , a un contacto con la realidad pesquera del país (en algunas localidades en pleno declive) y a vivir con los sentidos la biodiversidad avícola de la isla. Antes de de los Vestfirdir, pasaré por Vesturland, donde se encuentra el Snaefelljökull, uno de los enclaves turísticos que me perdí durante el primer viaje, y según cuentan uno de lugares del mundo de mayor atracción mística (el propio Jules Verne lo encumbró con su "Viaje al centro de la Tierra").
Adjunto mapa: ya veréis que debido a una nuevo problema mecánico a partir del décimo día, tuve que cambiar parte del itinerario previsto (lo iré contando en posts venideros). En amarillo, ruta a pedales; en rojo, conexiones con transporte motorizado.
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