Sólo un pero: si coges un día de viento las cosa cambia, ya que si vienen racheado de lado o de cara, hay pocos lugares donde protegerse. Otro detalle: pocas carreteras en la isla tienen un tráfico tan denso (a la escala islandesa, se entiende).
Esta vez justo al salir del camping, hice una breve visita a Keflavík, en el que se encuentran las dependencias del antigua colonia militar estadounidense, un par de iglesias evangelistas y cierto ambiente desangelado y portuario. Es un pueblo de vida algo apagada con una arteria principal donde se encuentran la mayoría de tiendas, una promenade costera, de la que adjunto alguna foto, y poco más. A sus afueras encontré una casa típicamente islandesa, de esas cubiertas con musgo y hierbas (tejado ajardinado), que suelen venir decoradas por un mástil y la bandera nacional. Allí donde les encuentres, sea norte o sur, siempre van acompañadas del mástil nacional. A continuación, os dejo a modo de carrosel algunas de las fotos del día, des de la promenade de Keflavík, hasta los primeros albores de Reykjavík, justo a la entrada de las calles de Hafnarfjördur, uno de los suburbios alrededor de la capital.
Como veréis el clima y el tiempo me sonrió de buena manera, aunque no sea algo extraordinario en esta zona del país: si algo explica que la mayor parte de la población de la isla se escure en la costa oeste, es porque el clima allí es mucho más cálido y regular a lo largo del año.
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