1.4.11

Snaefellsjökull: la hora de la verdad

PD. los ojos esta vez son al levantarme. Una mezcla de la mala noche por el viento incesante y hinchazón derivado de pedalear horas y horas con el viento de cara durante el día anterior.


Repito: Snaefellsjökull es uno de los siete lugares del planeta que transmite mayor energía. A fe de ello, estuve allí, tras perdermelo en la ruta del 2007, por falta de días y porque sinceramente el enclave cae un poco lejos de los principales puntos turísticos de la isla.
Es bello pensar en el enflujo que el este lugar ha tenidos sobre ilustres de mi infancia como Jules Verne. Y es aún más trepidante cerciorarse que tras una subida de unos 10 km que te situa de 0 m de altitud a cerca de 1200 m (la cumbre del volcán es a 1446 m) te encuentras en otra Islandia, en un lugar reservado para aventureros aunque, ojo, subido en un jeep o coche como la mayoría se va muy cómodo.

Dejé las alforjas en el cruce abajo, escondidas tras rocas volcánicas, aunque con poco miedo a perderlas dado la buena naturaleza del islandés de pie (los turistas no son tanto de fiar por loss vicios adquiridos). La subida poco cargado se agradeció ya que sinceramente el desnivel ronda entre un 6% de media y algun que otro punto devastador con 8-10%. Una vez arriba tocó taparse por el gradiente térmico, pero todo se relativiza gracias a las vistas, por un lado del Océano Atlántico y del otro todo el recorrido de la ruta 54, que había hecho durante el día anterior.

Los albores del zénit del volcán están quemados, aunque zonas de glaciares lo ocultan por tramos. Hay una pista de tierra que parece que probablemente conduzca hacia el vertiente norte de la península Snaefellsness. Diría que hasta Ólafsvik pero no lo puedo asegurar. Decidir dar media vuelta tras pasar cerca de 45 minutos echando fotos.

Una vez abajo me relajé en la bella población costera de Arnarstapi, donde los barrancos y las formaciones geológicas con aire morfozoológico atraen de lo lindo. Aparte hacía una bella tarde que aproveché para pedalear a lo largo de la 574 dirección a Hellisandur. Justo a medio camino, en la zona de Bervík, hay una preciosa zona de acantilados y una vista sublime del volcán por la parte trasera, donde las laderas parecen barbas surcadas en roca viva, testamento real y atónito de la última erupción. Por cierto el día acaba pedaleando por carreteras ventosas pero con un paisaje que grosso modo parecía recordar el outkast australiano. No estuve nunca allí, pero me lo imagino así. Adjuntaré fotos en el próximo post.

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