1.9.11

Replanteando las cosas

Como os comenté, la rotura de radios en Skötufjördur, y los cerca de 485 km en coche con Matildur, me hicieron ganar varios días al calendario. La idea inicial del viaje era visitar detenidamente los fiordos del oeste, e incluso hacer alguna "marcianada" como visitar Djúpavík (bahía de Strandir), donde los Sigur Rôs grabaron algunos temas de su Heima DVD en una abandonada fábrica de arenque. Ya sé, en algunas cosas sigo siendo un romántico sin remedio.
La cuestión es que ni esta "marcianada" ni la vuelta a pedal hasta el desvío con la road n.1 en la gasolinera de Stadarskáli fue posible. Luego lo programado era subir pedaleando por la road n.1, pasando por Blönduos hasta el desvío con la 35 a la altura de Bólstadarhlid y así cerrar el bucle hasta Keflavík.

Hago cuentas y he ganado unos 5-6 días al reloj y se me abren nuevas posibilidades, como explorar zonas entre Reykjahlíd (Myvatn) y el desvío con la F88 que conduce a Askja, donde pasé en 2007 pero sin tiempo para entrar en detalles. Hay también la posibilidad de visitar las 3 o 4 cataratas que forma el bravo Jökulsá á Fjöllum entre Asbyrgi y el camping de Grimsstadir, una zona eminentemente turística pero que no visité dos años atrás por falta de días. Parto de Akureyri con el bucle decidido: subiré por la 85 hasta Húsavík y bordearé el Öxarfjördur al norte hasta desembocar en Asbyrgi (un lugar intocable para los islandeses), para bajar luego por la tortuosa 864 hasta Grimsstadir y el desvío nuevamente con la road n.1.
Salir de Akureyri rumbo norte-este no es muy agradecido. Hay un puerto de unos 10 km, si mal no recuerdo, suele soplar el viento que entra por la bahía, hay bastantes coches y a nivel paisajístico no es de lo mejor de la isla. De todas formas se mezclan en mi ánimo una suerte de decepción y desánimo, hasta que llego al cruce con la 85 y allí todo cambia. Poco antes he pasado por un panel digital de carretera que marca sólo 8 grados a las 6 de la tarde.
Al tomar la 85 la carretera asfaltada vuelve a estar desierta y a la altura de los meandros que forma el Skjálfandafljót en Engihlid me depara una bellísimo anochecer con unas nubes horizontales sesgadas en el horizonte y una luz que no olvidaré (la foto de mi perfil en el blog está sacada de ese día).


La onceava etapa acaba con 71 km en las piernas y una sensación de haber encontrado de nuevo el equilibro tras unos dos últimos días con las sensaciones algo enrarecidas. En cualquier caso, mi careto a lo Amstrong aún muestra lo moviditas que han estado estas últimas jornadas.

Húsavík, la ciudad de las ballenas gracias a la bahía de Skjálfandi donde estos cetáceos acostumbran a recurrir en busca de alimento (de abril a octubre operan barcos de avistaje para los turistas locales y extranjeros), me espera la mañana siguiente. Esto tiene buena pinta.
Foto siguiente © North Sailing

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