28.10.11

Todo lo que quede por hacer...

"Todo lo que quede por hacer, lo que quede por ver, por degustar con calma tiene sentido. La isla secreta es inabarcable. Siempre habrá rincones por descubrir, rincones secretos... Cansancio acumulado. Nuevos paisajes, nuevas aguas que brotan. El horizonte como punto de mira..." Y la canción "Happiness" (Riceboy Sleeps, 2009) en en el iPod.

Son sólo reflexiones de mi diario, poco hilvanadas, desconectas, pero que mantienen intacto 26 meses despues mis sentimientos al iniciar de nuevo otra ruta en las entrañas de Islandia. La F35, ya os dije, la más fácil, la menos aventurera, pero que en menor o mayor grado sigue siendo testigo de la Islandia poco transitada, más inhóspita y feroz.
Como os comenté acampé a escasos km del punto que marca el inicio de la F35 cerca de Eidsstadir. Delante me quedan unos 160 km de pista de tierra. La primera parte discurre de manera cómoda por unas pistas aptas para todo tipo de cicloturista, bordeadas por numerosos lagos en la zona de Audkúluheidi. Si no recuerdo en Afangafell hay un mirador del que se divisan algunos de estos lagos, junto a una placa informativa de la región. A partir de allí el terreno se complica. Hay unos 60 km aproximadamente sin agua (normalmente tomaba agua del río, pero justo a partir de este punto no encuentro agua durante kilómetros). También la pista comienza a tener tramos más complicados, sobre todo a unos 8 km de Kjölur/Hveravellir, donde tengo previsto parar. El paisaje es extenso, bastante llano y barrido por el viento, aunque cerca de Kjölur es más sinuoso.


En Kjölur encuentro señales de vida. Como muestra mi tez hidratada y tónica, me permito un baño en aguas termales junto a un grupo de estranjeros que parecen estar celebrando más que una fiesta (toman cerveza mientras toman el baño, y se pasan por descontado de los 10 minutos más que recomendables en una caliente pileta de estas características). En Kjölur, como si de un mini Námafjall se tratase, se observan pequeñas pero vistosas erupciones sulfúricas. Decido que el lugar es perfecto (para descansar hay un camping y un refugio-café) pero siguiendo mi tónica de seguir compenetrado al máximo con la naturaleza, pedaleo unos 10 km dirección sur bajo un cielo amenazante hasta el primer lago que encuentro.

Allí paso una noche fría y lluviosa, y acabo las últimas páginas de
"L´americà que estimava Moby Dick" (1985), la primera novela de Xavier Moret.
La mañana siguiente con el material aún mojado decido tras desmontar la tienda y abandono el libro sobre la arena a escasos 20 m del lago. Una metáfora rocambolesca de volver una parte de Moret a Islandia, tras todo lo que me aportó su relato de viajes "Islandia, la isla secreta". Ahora, lo es menos.

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