Volviendo a los títulos metafóricos que tanto me gustan, y exagerando un poquitín (por lo que habéis podido ya leer, la F35 no es soledad por los cuatro costados).
Me despierto al lado del lago. La mañana está encapotada, todo el material mojado, y desayuno con ganas ante una jornada que se depara movidita. Antes de marchar abandono el libro de Xavier Moret allí donde pernocte (papel-agua-tierra, pienso) y parto dirección sur con la intención de acercarme a Kerlingarfjöll. La pista sigue siendo complicada, con numerosos charcos y piedras (conducción técnica que le llamaría). El paisaje me recuerda a ratos la primera parte de la F26 en la ruta del 2007.En el desvío hacía la estación de esquí de Kerlingafjöll, dejo escondidas las alforjas. Son 20 km extras (10 de ida y 10 de vuelta) que prefiero hacer de forma liviana. Acierto con la decisión ya que el trayecto está lleno de pequeñas subidas, y algún desnivel de mayor calibre. Allí encuentro 10 construcciones tipo refugio en fila, con vistas generosas hacía el río. Ha llovido y el agua está turbia. En el refugio, la única construcción de doble planta, me tomo una sopa que sabe a dioses (llevo todo el día empapado y algo caliente es la mejor terapia). Los precios son por lo general caros, pero en momentos así no todo puede ser valorado en dólares.Tras entrar en calor me quedo un rato ensimismado con el ventanal triangular de este refugio-café (el resto de cabañas se destinan a alojamiento). Poco después me dirijo aguas arriba del río en busca de una pileta con agua termal. Concretamente está situada a uno 20 minutos andando por el pintoresco sendero del margen derecho del río. El paisaje vuelve ser agreste, la climatología no acompaña, y todo parece indicar que me podré bañar en calma absoluta. Pero poco después llega otro viajero (... no recuerdo la nacionalidad) con el que mantengo una charla poco anodina dentro de la angosta pileta (no llega a 5 m2). Llevo a pensar si es gay (ambos estamos en pelotas...), pero por suerte no se producen insinuaciones de por medio y la cosa no pasa de mayores.
La pileta es perfecta en un día gris. Parece que estés tomando el baño en el mismo río, pero la sensación es de calidez y recogimiento.
Vuelvo con la sensación de haberme bañado más a gusto que en Hveravellir, allí donde lo de la fiesta del anterior post.
La tarde la dedico a recorrer los 26 km que me separan entre el cruce y el lugar donde vuelvo acampar (a pies del gran lago Hvítárvatn; por el camino paso por una de las paradas del bus Trex, que recorre de sur a norte por la F35). Este último tramo lo realizo por una mejor pista y diría con tendencia a bajar más que a subir.
Para la posteridad os dejo con los 360º a los que aludía en el título... Respirad profundo.
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