21.12.11

20 de agosto 2009: en aras de un retorno

Leía esta tarde en boca de Baltasar Samper, pintor catalán afincado en Islandia desde hace más de 40 años, que el sur de la isla está demasiada habitado, por lo que él prefiere marchar al norte con sus caballos cuando puede en verano. En parte, tiene razón.
Con sólo dos visitas en Islandia, y habiendo visitado diferentes rincones, uno se da cuenta que el sur es como diríamos la parte más "comercial", aunque en la isla secreta este adjetivo pierda mucho peso, ya que si algo tiene Islandia es singularidad. Sea como sea, os puedo asegurar que la ruta que une Breidabólsstadur con Grindavík sigue siendo una de mis favoritas. La descubrí el primer día de mi viaje del 2007 rumbo al este, y la redescubro en un 20 de agosto, en sentido contrario. En esta ocasión me cruzo con más coches, una muestra clara que el 2009 fue un año clave para el turismo islandés, debido por un lado a que ellos viajaron menos debido al estallido de la crisis en octubre del 2008, por lo que hicieron turismo local, y por el otro a que muchos europeos decidieron visitarla debido a las ventajas que representó la devaluación de la moneda.
Antes de tomar el desvío que me lleva a a la granja de Hlídarendi y al precioso estuario de Herdísarvík (cerca de allí hay un camping para al que le interese), dejo atrás el desvío que conduce a Porlákshöfn, enclave que nunca he visitado pero desde donde se toman los ferries que conducen a las islas Vestman (un punto que espero visitar en un hipotético tercer viaje a la isla).
En estos 68 km hasta Grindavík, se pueden ver mini representaciones del paisaje que depara Islandia: granjas dislocadas, el estuario de pesebre ya mencionado, el campo de lava de Geitahlíd, el paisaje interior cerca de Kleifarvatn y por último esos km finales entre Isólfsskáli y Grindavík, donde las vistas al mar enamoran, y que desembocan en un pueblo bandera de la economía pesquera que siempre ha popularizado el país.

Esta vez me empeñé en intentar dormir muy cerca de la zona donde pasé la primera noche en el 2007. Un acto simbólico, sin más. Con vistas al océano, al lado de un terreno vallado con caballos, y en los pocos metros que dejaban libres los florecimientos rocosos, logré montar la tienda y pasar la última noche. De hecho, y no recuerdo la razón (seguramente el viento) llegué reventado como muestra mi cara desencajada antes de montar la tienda al anochecer.
El día siguiente visité Grindavík, un pueblo de pescadores desde el cual puedes tomar la variante hacía Keflavík. Una carretera de ronda perimetral (road 425) que friega la costa y que aún no he cogido nunca. Las dos veces he tomado la carretera interior ya que es más corta, pero según el nuevo libro de Xavier Moret, "Islandia, revolución bajo el volcán", de esa carretera secundaría se dice que habitan fantasmas. Siempre bajo la perspectiva del islandés, muy aficionado a creer en elfos y espíritus de todo tipo...

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